El pasado fin de semana, en el túnel San Miguel que une Río Ceballos y Salsipuedes, la agrupación H.I.J.O.S. celebró tres décadas de lucha por la memoria, la verdad y la justicia. Fue más que una conmemoración: fue una celebración de persistencia, de encuentros y de resistencias. En un contexto de fuertes ataques a las políticas de derechos humanos, este aniversario se vivió con emoción y compromiso.
Marcelo Yornet, integrante de la agrupación, conversó con VillaNos Radio y compartió lo vivido: “Significó volver a encontrarnos un grupo enorme de compañeros y compañeras que hemos transitado durante estos 30 años la lucha por la defensa de los derechos humanos. La excusa del cumpleaños nos hizo recordar aquel 14 de abril de 1995, cuando se juntaron por primera vez los hijos de desaparecidos, exiliados y asesinados por la dictadura”.
Aquel primer encuentro, cuenta Yornet, nació desde el dolor, pero también desde la necesidad de transformar la experiencia personal en una militancia colectiva. “Como se dice ahora en el feminismo, lo personal es político. La historia personal de cada uno era parte de un entramado social que atravesaba a todo un pueblo”, reflexionó.
De la invisibilización al escrache
Uno de los momentos emblemáticos en la historia de H.I.J.O.S. fue el desarrollo de los escraches, en tiempos donde la justicia parecía negada. Yornet recuerda: “Las leyes de obediencia debida, punto final y los indultos de Menem ponían un freno a la posibilidad de juzgar a los responsables. En ese momento, decidimos que si no había justicia, había escrache”.
“Íbamos a los barrios, a las casas donde estos represores vivían camuflados como buenos vecinos, y les decíamos a los vecinos quién era esa persona. Les dejábamos cartas. Les decíamos: ‘si no hay cárcel, el barrio va a ser tu cárcel’”, relató.

Estas acciones no solo visibilizaron los crímenes del terrorismo de Estado, sino que también rompieron el cerco del olvido. “Era muy difícil transmitir el clima que se vivía entonces. Siempre nos decían: ‘ya pasó’, ‘¿para qué remover?’. Y nosotros insistimos: porque lo que pasó fue un plan sistemático de exterminio contra la oposición política”, afirmó.
Educación, memoria y juventudes
En tiempos de negacionismo y recortes a las políticas de derechos humanos, la pregunta sobre cómo llegar a las nuevas generaciones se impone. Para Yornet, la clave es no abandonar la palabra. “Si dejamos de hablarnos, la memoria se pierde. No solo de esto, sino de todo”, advirtió.
La agrupación viene desarrollando desde hace años herramientas como la pedagogía de la memoria, con presencia en escuelas y espacios educativos. “Desde muy temprano entendimos que no había que imponer una verdad, sino revisar en la historia de cada uno lo que pasó entonces y lo que pasa ahora. Esa es la verdadera educación popular”, explicó.
El trabajo en Sierras Chicas da cuenta de esa siembra. “Hace 19 años creamos el Parque de la Memoria, y hoy todo el corredor está lleno de espacios de memoria. Cada 24 de marzo las plazoletas amanecen llenas de flores rojas. Eso es memoria viva”, señaló con orgullo.
Marcelo cierra con una frase que resume el espíritu de la agrupación: “De alguna forma, la felicidad de saber que hicimos flores con las penas. Querían que viviéramos en el olvido, condenados a repetir una historia trágica. Y acá estamos, construyendo colectivamente otra historia, una que se cuenta, se recuerda y se transforma”.
Frente al avance de discursos que relativizan o banalizan los crímenes de la dictadura, Yornet no duda: “Como nos enseñaron las Madres y las Abuelas, la única lucha que se pierde es la que se abandona. El intento siempre genera acercamiento. Hay que seguir contando, seguir preguntando. La memoria no es pasado, es presente”.