Brota nuestra historia: La escuela Carlos Nicandro Paz homenajeó a su ex director Pedro Quinteros y a una ex docente Nilda Clelia Cajeao

Por Jorgelina Quinteros 

La escuela Carlos Nicandro Paz inició un proceso de puesta en valor de su historia en el marco de su 110° aniversario. En ese contexto, se organizó un acto para homenajear a dos trabajadorxs docentes que pasaron gran parte de su carrera recorriendo sus aulas, patios y pasillos. Participaron de esta conmemoración sus hijxs, nietxs, amigxs, directivos, docentes y alumnxs de sexto grado.

Pedro Damián Quinteros ejerció como director desde octubre de 1956 hasta 1977, año en que se jubiló. Nilda Clelia Cajeao de Quinteros, su compañera de vida, se incorporó a la escuela en la misma fecha. Se desempeñó como maestra de grado del turno mañana por 20 años. Antes de jubilarse, fue secretaria del director. 

Ambos maestrxs dejaron su impronta en la educación y una huella desde lo humano en su paso por la institución. A 30 años del fallecimiento de Pedro y dos años de la perdida de Clelia, la directora Paola Sanfelice y el colectivo docente impulsaron una conmemoración que tuvo lugar en el patio central de la escuela el 9 de mayo.

El acto comenzó con un video que repasó la historia de vida de ambos educadorxs, la conformación de su familia y su legado como trabajadorxs durante varias décadas en el colegio más antiguo de nuestra ciudad. Luego, fue convocado uno de sus hijos, Gustavo Horacio Quinteros, a expresar algunas palabras en representación de su familia.

“Sus acciones mostraron a lo largo de sus vidas, idoneidad, desinterés por lo material, solidaridad, honestidad, amor al prójimo sin claudicar ni caer en egoísmos o demagogias y sin espera de agradecimiento alguno. Con la convicción de que ser mujeres y hombres de bien, no solo es una virtud, sino un deber que tiene que respetarse y reafirmarse en cada acto de vida”, destacó.

Sus hermanas (María Susana y María Julia) y él asistieron como alumnxs. A ellxs les siguieron tres de sus siete nietxs. Así que, de alguna manera, con el paso de los años todas las generaciones quedaron ligadas fuertemente a la institución.

El encuentro fue una oportunidad para que la directora recupere el trabajo de revalorización de la historia que viene desarrollándose desde hace cuatro años e incluye la apertura de una Aula-Museo.

“Venimos realizando desde el 2019 distintos homenajes a todos los que pasaron por esta escuela. El año pasado fue a la docente Raquel Velázquez de Zaccardi. Estamos muy agradecidos de que nos den la posibilidad de homenajearlos. Nada mejor que tener en esta familia dos personas que fueron y son parte de la historia de la escuela”, subrayó.

Asimismo, resaltó el rol activo que tuvo Pedro Quinteros en la reconstrucción de los primeros 50 años de existencia de la institución.

En la revista que editó para conmemorar el 50° aniversario, aparecen varios textos escritos y firmados por él. Entre ellos hay uno que se destaca, porque marca su profundo compromiso con la educación pública y el trabajo docente.

“Los maestros viven y luchan para el bien común. Su obra se proyecta en el tiempo. El beneficio de esa obra se derrama sobre los hijos del país como una lluvia bienhechora. Como dice Bavio en sus tratados pedagógicos: ‘Sólo el maestro está puesto en el umbral de la vida para encaminar a los que van a lanzarse.’

Los maestros desaparecidos no mueren nunca del todo para nosotros. De alguna manera imperceptible, pero no menos palpable por ello, están siempre cerca nuestro. Sentimos su presencia.”

Clelia, fue una educadora con firmeza y amorosidad, que la hizo ser recordada afectuosamente por los cientos de niñxs que compartieron esos años junto a ella. Durante la celebración por los 100 años de la escuela, expresó: “Mis alumnos me saludan y me dicen ‘Adiós señorita’, pero tengo que preguntarles quienes son, porque no me acuerdo de todos”. En ese momento tenía 87 años.

A continuación, se descubrió una placa que lleva sus nombres y se ubica en el corazón del edificio principal. Su familia pudo compartir fotos y abrazos cargados de recuerdos y emoción. 

Finalmente, el acto se trasladó hacia un patio interno donde se encuentran las aulas de primero y segundo grado. Allí, se plantó un lapacho rosado para que los brotes de la historia se vuelvan semilla de proyectos y sueños para lxs niñxs que hoy son parte de la escuela.

Este merecido homenaje fue una forma de agradecimiento a ambos por su empeño en la defensa de la educación pública y sus aportes al crecimiento de su querida escuela. Pedro y Clelia fueron dos trabajadores que, con la dignidad como faro, dedicaron su vida entera a garantizar el derecho a la educación. 

Toda esa lucha y ese compromiso hoy se transforma en memoria y se convierte en un patrimonio de la institución y de toda la sociedad.

Educadorxs en el aula y en la vida

Pedro Damián Quinteros desde muy joven se dedicó a la docencia e hizo sus primeros pasos como maestro rural. Recorría a caballo varios kilómetros hasta llegar al paraje donde daba clases. Allí ejercía no solo una tarea pedagógica, sino también de contención, nutriendo de amor a cada unx de esxs niñxs que encontraban en el aula su segundo hogar.

Pedro y Nilda Clelia Cajeao se conocieron gracias a su trabajo como docentes en zona rural. Así fue como un maestro y una maestra perdidos en los parajes cordobeses se unieron para compartir la vida y la tarea frente al aula. Ese camino los trajo hasta Villa Carlos Paz. 

Cuando Pedro Quinteros asume la dirección en octubre de 1956, la escuela Carlos Nicandro Paz contaba con 650 alumnxs, 2 vicedirectoras, 22 maestras de grado, 3 profesoras de materias especiales y 2 auxiliares.

Durante su gestión, creció la infraestructura del colegio. Se construyó una parte de la galería de la sala de maestros, dos aulas, otro cuerpo de baños para el alumnado y un salón de actos. Se pavimentó el tercer patio y se proyectaron nuevas refacciones para ampliar el edificio escolar.

El ex director destacó la importancia de la construcción del salón de actos en la revista publicada por los 75 años de la escuela: “Esta nueva dependencia por su amplitud facilitó la práctica de varias actividades a la vez, ya que sirvió como sala de música y otras manifestaciones culturales relacionadas con el arte y la educación. Cabe destacar que era la única escuela que contaba con un salón de esta naturaleza y que estaba al servicio de la comunidad y de las instituciones que lo solicitaban.”

Debido al crecimiento de la matrícula, durante los próximos años, el salón de actos debió ser utilizado como aula. En 1961, impulsó la edición de una revista con motivo del 50° aniversario. En ese proyecto tiene una participación clave en la recuperación de la historia de la institución de medio siglo de existencia, que ya contaba con 750 estudiantes.

Promovió la conformación de una Comisión de Ex Alumnos y Alumnas con el fin de colaborar en la preparación y el desarrollo del programa celebratorio. La misma organizó una feria de platos, diversas competencias deportivas y otras actividades que le permitieron cumplir con el propósito que persiguió al constituirse.

Además, la escuela se vistió de fiesta. Se realizaron trabajos de pintura general, arreglo y pintura de todos los bancos, nuevos escritorios para las maestras y obras de jardinería.

 

Así era Pedro Quinteros, un docente que amaba la educación pública y en ella ponía su corazón. Era el director que se hacía cargo del grado cuando faltaba una maestra. La comunidad educativa lo recuerda por su comunicación fluida y vínculo cercano con el colectivo docente y su trato afectuoso hacia lxs alumnxs. 

Con una vocación única supo afrontar enormes desafíos con estudiantes que presentaban complejas y diversas realidades sociales. Para paliar algunas de esas necesidades, creó la copa de leche como un espacio de alimento del cuerpo y el intelecto de lxs chicxs que estaban en una situación de mayor vulnerabilidad.

Pedro no solo fue maestro en la escuela, también fue educador en la vida como padre y abuelo. A sus hijxs les legó la cultura del trabajo, el valor de la amistad, la honestidad como bandera y el amor por los libros. 

A lxs nietxs les trasmitió su ternura infinita, cosechada en tantos años de docencia, y su perseverancia para transformar el pedacito de mundo que a cada uno le toque habitar.

Clelia, como todos la llamaban, fue una docente activa y comprometida con la tarea pedagógica. Se dedicaba durante horas a planificar las clases, corregir cuadernos y, en muchas ocasiones, dar apoyo escolar fuera del aula. En la escuela, fue un nexo directo entre docentes y no docentes con el director.

Sus días se dividían entre las horas escolares y el tiempo con su familia. Siempre estuvo presente en la crianza de sus hijxs. Fue una madre protectora y el motor de su hogar.

Ya retirada de la docencia, se convirtió en una abuela afectuosa y divertida, amalgamando su experiencia de madre con el inmenso amor a sus nietxs. Es para ellxs un ejemplo de una mujer libre, empoderada, emprendedora y luchadora.