A tres décadas de la explosión que marcó a Río Tercero y al país, la comunidad mantiene viva la memoria y la búsqueda de justicia. Guillermo Vigliecca, referente social y fundador de La Luciérnaga en la ciudad, reflexionó sobre el impacto del atentado y el rol de la cultura en la reconstrucción colectiva.
El 3 de noviembre de 1995, una serie de explosiones en la Fábrica Militar de Río Tercero sacudió a la ciudad cordobesa y al país entero. El hecho provocó la muerte de Romina Torres, Laura Muñoz, Aldo Aguirre, Leonardo Solleveld, Hoder Dalmasso, Elena Rivas de Quiroga y José Varela. Unas 300 personas resultaron heridas, todas ajenas al personal de la fábrica.
Fue un acontecimiento que marcó la década menemista porque quedó comprobado judicialmente que se trató de un atentado planificado para ocultar la venta ilegal de armas.
A treinta años de aquel suceso, la ciudad volvió a reunirse para conmemorar a las víctimas y reafirmar su reclamo de justicia. “Se vive con mucha conmoción, como siempre, sobre todo para las generaciones que vivimos esa situación”, contó Guillermo Vigliecca, referente social, productor audiovisual y fundador de La Luciérnaga en Río Tercero.
“Pasaron 30 años y la gente que hoy tiene 30 años no lo vivió, así que apelamos no sólo a conmemorar a las siete víctimas, sino también a la doctora Ana Gritti, que fue la única querellante de la causa y quien nos dio la posibilidad de saber que esto había sido un atentado y no un accidente”, agregó en diálogo con VillaNos Radio.
Vigliecca remarcó el papel de la cultura y el arte como sostén de la memoria colectiva: “Si no mantenemos la memoria y no sostenemos lo que ocurrió, se va a ir perdiendo, y eso siempre es favorable al poder. Lo que nosotros vivimos fue terrorismo de Estado, en un sistema democrático elegido por el pueblo”.

En la actualidad, explicó, gran parte de las acciones de memoria se canalizan desde espacios culturales y comunitarios. “A lo largo del tiempo, además de exigir justicia, también exigimos reparación. Esa reparación llegó a través de la Universidad Nacional de Río Tercero, porque creemos que las cosas se reparan desde lo educativo”, expresó. Sin embargo, advirtió que “los gobiernos de turno hoy también atentan contra la educación pública, y por eso la lucha sigue vigente”.
Vigliecca revive con nitidez aquel 3 de noviembre de 1995. “Estaba tomándome un matecito a punto de ponerme a laburar y sentí un estallido que jamás habíamos escuchado. Lo primero que pensé fue que venía del lado de la fábrica. Sentí mucho miedo porque mi padre trabajaba en una química pegada a la fábrica militar. Vi algo que supongo debe ser muy parecido a una guerra. Caían cosas del cielo, chapas, ramas, y la gente corría desesperada. Fue una cosa tremenda que no voy a olvidar nunca más”, recordó.
Buscar justicia en soledad
Ana Gritti fue la única querellante que impulsó el juicio que permitió develar que se trató de un atentado. Falleció en 2011 y no alcanzó a ver que el 23 de diciembre de 2014, el Tribunal Oral Federal 2 de Córdoba dictaminó condenas de entre 10 y 13 años por el delito de «estrago doloso seguido de muerte» para cuatro imputados por la voladura de la fábrica.

El ex director de Fabricaciones Militares, Edberto González de la Vega; Carlos Franke, quien también integraba la Dirección del organismo; y el ex director de la fábrica de Río Tercero, Jorge Antonio Cornejo Torino, fueron condenados a 13 años de prisión. En tanto, el jefe del área Mecánica, Marcelo Gatto, recibió la pena de 10 años de cárcel.
Todas las condenas fueron receptadas como insuficientes por parte de las víctimas ante el daño provocado. El por entonces presidente Carlos Menem, y principal responsable político del hecho, nunca fue condenado. Según determinó el poder Judicial, se trató de un atentado para encubrir la venta por contrabando de armas a Ecuador y Croacia entre 1991 y 1995, y no de un accidente como se hizo creer en un principio.
“La política se ha encargado de encubrirlo. Menem siempre tuvo fueros, siempre fue poderoso. Y la justicia, con los poderosos no se mete. No sólo nos explotaron la ciudad, sino que también hubo una serie de protecciones para que no se lo pudiera juzgar. Hoy muchos familiares de Menem están en el gobierno actual, que incluso lo reivindica como el mejor presidente de la Nación. La cosa no terminó: sigue siendo un problema del país”, destacó Vigliecca.

Además, recordó que en su rol de productor audiovisual, le tocó acompañar de cerca a Ana Gritti y más tarde realizó un documental titulado “Ana: entre la justicia y la soledad”, que puede verse en YouTube.
“Ella hacía su patriada en soledad. En plena época del menemato, estar en contra del poder era muy complicado. A veces me pedía que la filmara por seguridad, y gracias a eso quedó un archivo enorme de su lucha”, contó.
Desde aquel “cauce común” de artistas que surgió tras el atentado, Vigliecca impulsó proyectos de inclusión y cultura popular: “Sin quererlo, fue desde ahí donde se sostuvo la memoria. Transformamos algo tan tremendo en algo positivo”.
De ese movimiento nació La Luciérnaga y más tarde la Fundación Juntos a la Par, que hoy sostiene talleres de arte, apoyo escolar, emprendimientos de mujeres, espacios de comunicación e igualdad de género, y un festival cultural que lleva 25 años: Río Tercero No Durmai.
“Es la resiliencia hecha institución”, resume Vigliecca. “Nosotros no vivimos nada raro, pero la doctora Gritti sí. Ella fue quien abrió el camino y nos enseñó que la memoria se construye colectivamente”.
La creación de la Universidad Nacional de Río Tercero representa para la comunidad un acto de reparación histórica. “Ya se están tomando los concursos para docentes y el año que viene arranca, aunque con un presupuesto magro y sin edificio propio”, explicó.
“Queremos que la ciudad vuelva a ser pujante. Tal vez ya no sea industrial, pero ojalá pueda ser universitaria. Queremos recuperar el futuro de la ciudad que nos fue arrebatado hace 30 años”, concluyó.
