Por Jorge Boido*
El recuerdo de Horacio González y su presencia en los históricos Encuentros Latinoamericanos de la Cooperación organizados por la Coopi de Carlos Paz. Un tributo al intelectual y militante que “convirtió la indignación en alas para volar alto”.
Lejos de someter una idea a una elección por descartes de una u otra, la figura de Horacio González es la que habilita a leer el título en términos de necesidades.
Falleció Horacio González, mucho, muchísimo se escribe y mucho más se dice sobre su talla como intelectual y aún más como persona. En nuestro caso nos sumamos humildemente a esos aportes y miradas, porque pudimos compartir con él distintas jornadas de los Encuentros Latinoamericanos de la Cooperación que organizó la Coopi –Cooperativa Integral de Villa Carlos Paz– a lo largo de dos décadas durante una veintena de octubres.
En 1996 la cuarta edición contó con la presencia de Horacio. Fue su primera participación, gestionada gracias a quien podríamos definir como el padrino de la Coopi, otro gigante como Vicente Zito Lema.
El desafío ese 1996 fue “encontrarnos” para debatir sobre “la vigencia de la Ética, la Memoria y los Sueños”. Fue la primera edición en la que el Encuentro se hizo en una gran carpa en pleno centro de la Villa sobre la costanera a la vera del lago San Roque. Fue un Encuentro bisagra, contó con más de dos mil participantes, docentes, militantes, personas de inquietas e inconformes ideas de distintos lugares del país que vieron en esa carpa una especie de faro que le indicaba el camino como llegar.
Encomillamos el encontrarnos porque el Encuentro de la Coopi, como empezó a denominarse, permitió eso, llegar a una Villa, a la “perla de Punilla”, una especie de Las Vegas del subdesarrollo, en la aún radical mestrista Córdoba conservadora, y volver a compartir, confluir, recuperar vínculos, miradas; manos que volvían a contactarse, entrelazarse, respectivos abrazos, empatía afectiva y de ideas, todo eso habilitando la palabra como herramienta.
Recuperar la palabra crítica era sin lugar a dudas una tarea ciclópea durante la década del 90, en la que se declaró fukuyamamente el “fin de la historia” en términos globales y el Menemato como versión local. En ese contexto, los Encuentros de la Coopi fueron un espacio donde encontrarse para tratar de contrarrestar ese embate y una oportunidad para animarnos a encontrar nuestra identidad, partiendo de memorias traídas al presente, vividas con ética para no renegar de ese pasado y así forjar sueños que nos movilicen, posibiliten un intento de construir juntos, con coherencia entre el pensar y el hacer.
Contar con Horacio González para esa tarea fue como llegar a la canchita del barrio para el partido contra la barra archirrival y encontrarte con que un amigo tuyo por las vueltas de la vida es amigo del Diego y lo invitó a jugar para tu bando. Qué más pedir.
Y si trasladamos esa idea de oportunidades a los desafíos que transitan los y las estudiantes de comunicación social, cuando empiezan a caminar ese terreno minado que media entre la teoría y el empleo o el trabajo, entre el profesar y el salario, que un estudiante de la ex Escuela de Ciencias de la Información encontrase a Horacio González en un carpa era la posibilidad de escuchar al tipo que hacía más corta la distancia entre lo que estudiábamos fotocopia mediante y esas ideas, consignas, sueños, promesas y convicciones, que con afiches y pinturas empapelábamos en las paredes de la “Escuelita”.
Horacio González nos ayudó a pensar por la vigencia de la memoria, la ética y los sueños, por memorias para el compromiso y la unidad de Latinoamérica, y el futuro en clave latinoamericana, participando como panelista en tres de los Encuentros, iluminando cada uno de ellos con “la intensidad de un lenguaje único, laberíntico, exuberante y de una belleza que desafía la inteligencia”, como lo definió Ricardo Forster en su texto despedida en el Página 12, el pasado 23 de junio.
Desafiar la inteligencia del que lo escucha y luego sumergirse a leer lo que se podría afirmar como la peligrosidad de sus ideas contra la comodidad de la política de lo posible, y no de lo necesario que tanto se pregona, dejó como tarea Horacio González con su presencia en la Coopi.
Y en este recorrido debemos decir que el paso de Horacio González por la cooperativa marco también el para que de una gestión que tuvo a partir de sus enseñanzas menos chances para no convertir en algo vital un quehacer con sentido público y de derechos, mediante la gestión de servicios públicos que mejoren el día a día de vecinas y vecinos al contar con agua, cloacas, gas, cultura, comunicación y donación solidaria de sangre. Es decir, en ese Horacio González director de la Biblioteca Nacional también vimos a quien emular como gestor.
Hoy ante su partida sabemos que haber contado con la presencia de Horacio en los Encuentros de la Coopi fue una de los aciertos, una de las decisiones que nos hizo saber que estamos del lado correcto. Parte del castigo que el poder político conservador y neoliberal carlospacence y provincial aplica a la Coopi confirma que el garrote es por la osadía como pequeña cooperativa del interior del interior de haber contribuido a la posibilidad, durante muchos años, que muchos y muchas se “encuentren” con un intelectual y militante que convirtió la indignación en alas para volar cada vez más alto.
Gracias, Horacio González, por honrarnos con tu presencia.
* Técnico en Comunicación Social de la ex ECI-UNC. Coordinador de Cultura y VillaNos Radio, de la Cooperativa Integral de Villa Carlos Paz (Coopi).
** Texto publicado en Qué, portal de contenido de la Facultad de Comunicación de la Universidad Nacional de Córdoba.