A través de un comunicado, la comunidad Kami / Kamin del pueblo camiare comechingon de Paravachasca expresó su firme rechazo a que el 12 de octubre vuelva a denominarse “Día de la Raza”.
“Esta fecha no puede celebrarse como un triunfo europeo sobre los pueblos originarios. Volver a esa denominación significa ignorar la historia de invasión, racismo y desigualdad que sufrieron nuestras culturas.
“El respeto, la tolerancia y el diálogo entre culturas deben ser los valores que guíen cualquier conmemoración. La diversidad cultural es un legado que merece ser reconocido, celebrado y defendido”, se lee en el escrito difundido.
En diálogo con VillaNos Radio, su referente Onam Altamirano sostuvo que esta medida representa “una provocación y un retroceso en el respeto y la tolerancia entre los pueblos”.
“Hace muchos años se celebraba la invasión europea, nosotros decimos la invasión, pero en otro contexto se celebraba la conquista de América. Nosotros hacíamos el contrafestejo diciendo que no hay nada que festejar, porque fue uno de los genocidios más grandes de la historia”, expresó Altamirano.
El dirigente recordó que el cambio de nombre a Día de la Diversidad Cultural había significado “un signo de respeto y diálogo entre las distintas culturas”. Sin embargo, consideró que la restitución del antiguo término implica “volver atrás, en vez de avanzar hacia una sociedad más justa y plural”.
Demandas actuales y memoria viva
Altamirano también aprovechó la ocasión para visibilizar las problemáticas que enfrentan las comunidades originarias en Córdoba. Uno de los puntos que destacó fue la falta de tierras comunitarias para el descanso de los ancestros, a pesar de la existencia de una ley de restitución de restos óseos.
“La ley está, pero no tenemos dónde hacerles el ritual funerario. No tenemos ni siquiera un metro cuadrado para darles descanso a nuestros antepasados”, denunció. “Es doloroso ver que se entregan tierras a colectividades extranjeras, pero a nosotros no se nos da ni un pedacito para poder enterrar a nuestros ancestros”.
El referente también valoró los cambios que observa en el ámbito educativo: “En muchas escuelas ya se cuelga la bandera indígena. Antes no se hablaba de nosotros o se hablaba mal. Hoy los chicos crecen sabiendo que seguimos existiendo, que no desaparecimos como se quiso instalar en la memoria colectiva”.
El vínculo con la tierra y la resistencia
Para Altamirano, la lucha indígena actual no solo se expresa en la recuperación de derechos territoriales, sino también en la defensa de una cosmovisión distinta:
“El capitalismo le da prioridad a la propiedad privada, que es su base. Nosotros creemos en la propiedad comunitaria, en la protección mutua entre la tierra y quienes la habitamos. Todo lo que uno saca, tiene que devolverlo a la tierra”.
Hoy la comunidad camichingona de Paravachasca está integrada por unas cincuenta personas y, aunque no poseen territorio propio, se reúnen periódicamente para realizar ceremonias, celebrar fechas significativas y mantener vivas las tradiciones.
“Nos juntamos, hacemos la ronda de palabra, recolectamos hierbas medicinales, elaboramos harina y café de algarroba. También estamos recuperando nuestro idioma, porque se había instalado el discurso de que no teníamos lengua propia”, contó Altamirano, quien además publicó el libro “La resistencia y la negación”, referido a la historia y los procesos de reconocimiento de su comunidad.
Romper la negación
El dirigente recordó que uno de los principales desafíos ha sido romper con la negación social de la identidad originaria: “Durante mucho tiempo se pensó que el indígena solo era aquel que andaba semidesnudo con arco y flechas. Tuvimos que vencer los prejuicios y demostrar que seguimos vivos, aunque seamos indígenas urbanizados”.
Altamirano rememoró también la primera marcha del 11 de octubre organizada por su comunidad: “Ese día llegué al punto de encuentro y no había nadie. Pensé en marchar solo, con la bandera. Pero después fueron llegando los hermanos, y terminamos siendo cuarenta personas. Fue muy fuerte. Después de más de 350 años, los comechingones volvimos a caminar por la ciudad”.
Para cerrar, Altamirano compartió unas palabras en lengua comechingona, parte del proceso de recuperación cultural que encabeza su comunidad: “Llamamos a nuestros ancestros para que nos acompañen en nuestras ceremonias. Seguir viviendo, después de todo, es seguir resistiendo”, concluyó.
